El nuevo período de Almagro promete más corrupción, amiguismo y conspiraciones golpistas


La sorprendente historia del Secretario General más incompetente, inmoral y con mentalidad imperial en la historia de la Organización de Estados Americanos

Lo que sigue a continuación es una versión traducida de un artículo que ha circulado ampliamente en los medios de habla hispana. Escrito por un individuo anónimo con aparente conocimiento interno de los asuntos de la OEA, fue editado y adaptado por The Grayzone para ver más de cerca la perturbadora trayectoria de Luis Almagro.

Luis Almagro fue re-elegido como Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) con unos resultados que no sorprendieron a nadie. Los próximos cinco años, Almagro dirigirá la organización multilateral más antigua del mundo, supervisando los asuntos de los estados miembros que comprenden al hemisferio occidental.

Almagro ha sido el Secretario General de la OEA más inmoral e inconsistente de los últimos tiempos. Su administración está cuestionada de forma extendida dentro de la organización. Pero con el gobierno de los Estados Unidos –el principal financista de la OEA– apoyándolo por completo, ha pisoteado todo tipo de oposición a su agenda.

El Secretario General invoca apasionadamente los principios democráticos y de derechos humanos, citando la Convención Americana de Derechos Humanos, la Carta Democrática, la Convención Interamericana contra la Corrupción. Pero con su retórica elevada y sus acciones las contraviene de forma flagrante.

Cada acción que Almagro realiza parece diseñada para cultivar una imagen personal que facilite sus ambiciones profesionales, y avanza en el papel que le dijeron sus titiriteros estadounidenses que debería ejercer en la arena internacional.

Construida desde la creencia de ser el líder más influyente de una organización internacional con presencia en las redes sociales, la vanidad es una característica definitoria de Almagro. En la OEA, ha sido pionero en el uso de Twitter, como si la política internacional pudiera ejecutar a través de redes sociales, mientras ignora que los actores reales son las autoridades democráticamente electas de las Américas. Mediante su obsesión con la política virtual, e ignorando a los representantes legítimos y la voluntad del pueblo, ha revelado su menosprecio por la democracia.

Su afán de poder lo llevó a saltar en trampolín hacia la dirección de la OEA. En 2015 se metió a empujones en una competencia coloreada por la primera etapa del conflicto abierto entre Estados Unidos y Venezuela, y el optimismo internacional derivado por la reanudación de contactos diplomáticos entre Washington y La Habana.

En ese entonces Almagro disfrutaba de una reputación internacional positiva. Había cumplido un período como ministro de exteriores del gobierno de izquierda del uruguayo José Mujica, y había cultivado el apoyo de los líderes hemisféricos, de izquierda y de derecha.

Su candidatura ofrecía los augurios de lo que vendría para la organización, ahora que quedó claro que su equipo de campaña desarrolló una operación despiadada, con el apoyo del gobierno estadounidense, para socavar a cualquier rival potencial. Luego de la renuncia del peruano Diego García Sayán, Almagro era el único que quedaba en pie. Asumió la secretaría general sin ningún tipo de resistencia.

En su discurso inaugural el 26 de mayo de 2015, manifestó que no estaba interesado en ser el administrador de la crisis de la OEA sino más bien el facilitador de su renovación. Su antecesor, José Miguel Insulza, había preparado a la organización para reformas extensas que había denominado como “la visión estratégica”. Pero Almagro le puso un freno al proceso de tan pronto reemplazó a Insulza.

En varias oportunidades durante su campaña, dijo que para poder recuperar la credibilidad de la OEA renunciaría antes de que se iniciara la campaña electoral de 2020. Dijo que era saludable que la organización se renovara cada cinco años con nuevas perspectivas y dinámicas frescas. Hoy, no obstante, vemos a Almagro entrando en su segundo período como Secretario General.

Bajo la dirección de Almagro se ha agravado la prolongada crisis institucional de la organización. El presupuesto regular no ha aumentado y,por el contrario, continúa sosteniéndose en base a contribuciones del gobierno de los Estados Unidos.

Los estados miembros habían propuesto cuotas de contribuciones con la esperanza de garantizar la independencia de la OEA. Pero Almagro ha evitado de forma estricta el asunto de la independencia, asegurando que hoy en día, no sea discutido dentro de la organización. Esto en gran medida es consecuencia de su obsesión por promover el cambio de régimen en Venezuela.

La OEA tiene un sistema normativo complejo, desde su carta fundacional a las declaraciones, convenciones y decisiones de las cumbres presidenciales, así como sistemas que garantizan la protección de derechos humanos a través de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero, bajo Almagro, estos esfuerzos se han reemplazados por su enfoque en asuntos políticos.

Bajo la dirección de Almagro se ha olvidado, por ejemplo, la agenda de desarrollo integral. La OEA  ha estado ausente de debates internacionales de importancia, donde el hemisferio pudiera haber tenido una voz resonante, incluyendo los temas que unen a las Américas y el Caribe.

En vez de asumir el liderazgo para promover reformas muy necesarias, Almagro las abandonó para construir su imagen personal y colocarse a sí mismo como un actor global.

Almagro recluta a sus compinches, a corruptos e incompetentes

Una reducción de los recursos durante la gestión de Almagro causó una fuga de cerebros masiva, con miembros de los equipos renunciando en desbandada. Al los competentes abandonar la OEA, el secretario general llenó a la organización de amigos y compinches políticos que se remontan a su tiempo como canciller de Uruguay.

The circle around Almagro today is almost entirely Uruguayan. It includes the following figures:

El círculo que en la actualidad rodea a Almagro es casi en su totalidad uruguayo. E incluye a las siguientes figuras:

  • Diego Canepa, antiguo Secretario Asistente de la Presidencia uruguaya.
  • Luis Porto, ex Subsecretario de Economía y también ex Vicecanciller de Uruguay. 
  • Gabriel Bidegain, ex embajador itinerante de la administración de Mujica.
  • Sergio Jellinek, publicista y especialista en redes sociales. Es el hombre detrás de la construcción de la imagen online de Almagro. .
  • Gonzalo Koncke, antiguo representante de Uruguay en Naciones Unidas.

Otros reclutas incluyen a Leonel Briozzo, antiguo Subsecretario de Salud y al ex Ministro de Defensa, Luis Rosadilla.

Luis Porto, uno de los más cercanos a Almagro, fue designado asesor principal de estrategia y desarrollo organizativo de la OEA. Tiene una historia de contratos dudos y corrupción documentada, que lo ha llevado a ser sancionado y descalificado del servicio público. Washington Abdala, amigo de Porto, para ese momento diputado del Partido Colorado uruguayo, parece haber sido clave para levantar esas sanciones. Con el tiempo, estos favores parecen haberse pagado con contratos con la OEA.

Juan Washington Abdala Remerciari, un abogado conocido como “El Turco” Abdala en Uruguay, fue nombrado por Almagro como su representante especial en el conflicto territorial entre Guatemala y Belice. Esto le confirió a Abdala el rango de embajador, con un salario lucrativo y viajes con todos los gastos pagos. Antes de eso había sido contratado con fondos de la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH), pero sin consultar a sus autoridades.

Ahora Abdala se ha convertido en un comediante de YouTube famoso por sus personificaciones de personajes de caricaturas como Batman. Su trayectoria ofrece una imagen clara de la seriedad de la camarilla de Almagro.

Es impresionante el número de uruguayos que ha llevado Almagro a las misiones de la OEA. Entre ellos están Juan Pablo Corlazzoli (El Salvador), Edgardo Ortuño (Costa Rica), Juan Raúl Ferreira (Haití), Sergio Abreu (Perú), Wilfredo Penco (Nicaragua), entre otros.

Otros uruguayos, como las abogadas Marta Pachiotti y Beatriz Otero, fueron ubicadas en puestos influyentes dentro de la MACCIH.

Además del amiguismo que encarnan, también hay un tema de competencia profesional.

Almagro reclutó personalmente a Marta Pachitti, designándola directora del Observatorio de Justicia Criminal del MACCIH. Sin embargo, dentro de la propia misión, mucha gente señaló que Pachiotti no tenía la menor idea de cómo funcionaría el área que le asignaron. Su despiste hizo que eventualmente se convirtiera en un obstáculo para el funcionamiento básico del observatorio.

Pachiotti pasó más de la mitad de su tiempo viajando a otros países por intereses personales, pagándole a gente en la institución para que hicieran su trabajo. Sus subordinados la caracterizan como una persona racista y clasista, tal como se evidenció en un audio publicado por Julio Arbizu, un político peruano, que luego obligó a Almagro a retirarla de la MACCIH. Una vez más, el discurso de derechos humanos de Almagro y sus amigos se revela como vacío y oportunista.

El círculo interno de uruguayos de Almagro no son los únicos personajes cuestionables en la OEA. También está el mexicano Francisco Guerrero, quien ocupó la estratégica Secretaría de Asuntos Políticos que Almagro luego renombró como “Secretaría para el Fortalecimiento de la Democracia”.

Guerrero es un militante del PRI. Durante el último ciclo electoral en su país, prestó servicios como asesor de la campaña presidencial del candidato José Antonio Meade.

Su historial levanta preguntas importantes: ¿cómo es posible que un alto funcionario de la OEA pueda convertirse en asesor de la campaña de un candidato de un país miembro, y seguir siendo el jefe del área donde se establecen las misiones de observación electoral? No olvidemos que la OEA observó las elecciones en México. Es evidente que ahí había un serio conflicto de intereses.

También resulta que Guerrero es amigo de Jacobo Domínguez Gudini (también del PRI), quien fue nombrado para trabajar en la MACCIH. Domínguez fue expulsado por la sociedad civil hondureña por hacer campaña junto a los políticos del gobernante Partido Nacional, de este modo comprometiendo la independencia de la misión de la OEA. Pero aún así, luego de ser botado de Honduras, fue contratado por órdenes directas de Almagro para trabajar en la sede de la OEA en Washinton por un sueldo de 10.000 dólares mensuales.

Tampoco podemos olvidar que Domínguez también trabajó en la administración del estado mexicano de Veracruz bajo Javier Duarte -“el peor gobernador de la historia”-, sentenciado a nueve años de cárcel por lavado de dinero, asociación criminal, y un largo desfile de atrocidades.

Un grupo de expertos de la American University en Washington DC publicó un informe de junio 2018 donde se culpaba directamente a Almagro de los fracasos y obstáculos de la MACCIH. El informe concluía que, “en resumen, la elección de la OEA como entidad responsable de la MACCIH funcionó como lo temían sus detractores. Su trayectoria política ha reflejado una OEA débil y dividida, dirigida por un Secretario General impetuoso e inconsistente”.

La obsesión de Venezuela de Almagro divide a la OEA y viola su constitución

Las intervenciones del Almagro en los asuntos políticos internos de los países miembros ha revertido por completo los avances diplomáticos en materia de resolución de conflictos, profundizando la división del continente.

Bajo el liderazgo de Almagro, el hemisferio se ha polarizado en torno al tema de Venezuela. Las estrategias unilaterales de la organización y las acciones del propio Secretario General han demostrado ser un fracaso colosal. La confrontación y la polarización han pulverizado la confianza de las partes hacia la OEA, quebrándola entre ellos, y disolviendo espacios de diálogo importantes.

En una sorprendente violación de su mandato diplomático, Almagro amenazó con una intervención militar para derrocar al gobierno electo del presidente venezolano Nicolás Maduro en septiembre de 2018.

Su posición representa una violación explícita de la carta de la OEA y la razón de ser de la organización, tal como está plasmado en su artículo 21: “El territorio de un estado es inviolable y no puede ser sometido, siquiera de forma temporal, a ocupación militar u otras medidas de fuerza tomadas por otro estado, directa o indirectamente, bajo ningún motivo”. El artículo 3 estipula que debe ser respetada la persona, soberanía e independencia de los estados.

El comportamiento altanero por lo general ha minado una serie de compromisos organizacionales para resolver conflictos a través de vías diplomáticas y pacíficas.

Su obsesión con Venezuela ha erosionado su liderazgo y ha distraído a la organización de atender amenazas compartidas en la región. Queda claro que la estrategia que se ha seguido hasta ahora, más el papel polarizante e hiper-confrontacional que ha tenido Almagro, no han contribuido a resolver la crisis política en Venezuela. Es seguro que su re-elección exacerbará la situación en el país, donde un sector de la oposición se ha incorporado a conversaciones con el gobierno a pesar de la oposición inflexible de Washington.

Mientras Almagro concentraba su energía en el cambio de régimen en Venezuela, la OEA ha fracasado en asumir una posición en defensa de los derechos de los migrantes, a pesar de las miles de muertes y las incontables violaciones de derechos humanos.

Un historial de desastre facilita el escenario para un futuro de conflictos

Desde una perspectiva diplomática, se cometieron una serie de errores abrumadores, la mayoría de ellos con serias implicaciones en la situación interna de los países que integran a la OEA:

  • Almagro generó un conflicto muy delicado entre Haití y República Dominicana al no reconocer los espacios soberanos de ambos países que comparten la isla.
  • Elogió el indulto al ex dictador peruano Alberto Fujimori, atormentando a las víctimas de la violencia que cometió su régimen. Almagro lo hizo a pesar de haberse manifestado en contra  días antes.
  • Convocó a nuevas elecciones en Honduras en 2017, pero luego reconoció al gobierno apoyado por Estados Unidos, incluso luego de que la propia OEA encontró evidencias de fraude masivo.
  • Almagro expulsó al director de la MACCIH en Honduras, Juan Jiménez Mayor, en una maniobra sorpresiva, resultando en una carta devastadora de Mayor acusando a Almagro de básicamente abandonar la misión.
  • Negoció en secreto el apoyo del gobierno de Honduras a las sanciones contra Venezuela en la OEA, a cambio del debilitamiento de la MACCIH, una misión establecida por la propia OEA, cuyas investigaciones comenzaban a avergonzar al presidente hondureño (apoyado por Estados Unidos) y sus compinches.
  • En 2017 hizo un trato con Michel Temer, el entonces presidente de Brasil, para usar dinero de la enorme deuda de su país a la OEA para financiar acciones de la CIDH contra Venezuela. A cambio, Brasil recibió el silencio de la organización de cara a la delicada situación social y los numerosos escándalos de corrupción que se daban bajo Temer.
  • Almagro reconoció a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela sin el consentimiento de la mayoría de los estados miembros.
  • Publicó un informe alegando supuestas violaciones e irregularidades ocurridas en el proceso electoral de Bolivia, lo que condujo directamente al golpe de estado, generando un conflicto interno que se llevó 35 vidas bolivianas. El informe fue detalladamente desmontado por investigadores de MIT y el Centro de Investigaciones Políticas y Económicas (CEPR, por sus siglas en inglés).

Los últimos cinco años, Almagro ha servido al gobierno de los Estados unidos y sus propias ambiciones. Sus acciones y opiniones no son el resultado de consultas con la mayoría de los estados miembros de la OEA, sino sus posiciones personales o de aquellos que lo apoyan en Washington.

Almagro has led the organization to a dead end, shattering the possibilities of Latin American and Caribbean integration. Elected to a second term, he is all but certain plunge the hemispheric body into an unprecedented regional confrontation.

Almagro ha llevado a la organización a una calle ciega, destruyendo las posibilidades de una integración latinoamericana y caribeña. Elegido para un segundo mandato, está más que seguro de que hundirá al cuerpo hemisférico en una confrontación regional sin precedentes.