Richard Nephew sanctions Iran Biden

En sádico manual de sanciones, enviado de Biden para Irán se jacta de privar de alimentos a los civiles, aumentando la desigualdad iraní


Richard Nephew ha asumido el mérito de haber privado a los iraníes de alimentos y de elevar la tasa de desempleo, celebrando la destrucción económica que provocó como un “éxito tremendo”. Bajo el gobierno de Biden, ayudará a dirigir la política para Irán.

Por Max Blumenthal

Traducido por Diego Sequera

(You can read this article in English here)


La administración de Joseph Biden nombró a Richard Nephew como enviado adjunto para Irán. Como coordinador adjunto principal para la política de sanciones del Departamento de Estado de Barack Obama, Nephew asumió como un logro personal privar a los iraníes de alimento, sabotear su industria automotriz y aumentar los niveles de desempleo.

Nephew definió como un “éxito tremendo” la destrucción de la economía de Irán, y durante una visita a Rusia se lamentó que todavía había abundante comida en la capital del país, a pesar del número de sanciones estadounidenses cada vez mayor.

La designación de Nephew como un diplomático de alto nivel sugiere que en vez de regresar al acuerdo nuclear bajo el Plan de Acción Integral Conjunto (el JCPOA, por sus siglas en inglés), la administración Biden va a perfeccionar las sanciones ilegalmente impuestas por Trump para presionar a Irán, convirtiéndolas en un acuerdo revisado y oneroso, al que es muy poco probable que Teherán se incorpore.

Luego de coordinar el régimen de sanciones de Obama contra Irán, Nephew dejó la administración por un puesto en el Centro de Políticas Energéticas de la Universidad de Columbia, financiado por la industria de la energía. Ahí publicó un libro delineando en términos crudos cómo perfeccionó el oficio de la guerra económica y lo aplicó contra Irán.

Titulado El arte de las sanciones: una mirada desde el terreno, la imagen de portada presenta dos manos caucásicas tirando de una cuerda para ahorcar, se presume que para estrangular algún gobierno del Sur Global que no es lo suficientemente obediente.

Su contenido se lee como una lista de confesiones criminales, detallando en términos escalofriantemente clínicos cómo las sanciones concebidas que concibió desde una oficina con aire acondicionado en Washington llevaron a la miseria a los iraníes de a pie.

Con su franqueza, Nephew ha destruido la retórica oficial de Estados Unidos sobre las “sanciones selectivas” que castigan exclusivamente a “malos actores” y sus compinches en los negocios mientras que dejan intacta a la población civil.

Aplicarle sufrimiento a la población civil de un país es central en la estrategia de sanciones de Nephew. Como lo explica en El arte de las sanciones, para que las medidas coercitivas unilaterales tengan éxito, deben imprimirle un dolor significativo a los sectores más vulnerables del estado, destruir la capacidad de resolver, y finalmente forzar al estado a ceder ante las exigencias de Washington:

De estos atributos centrales se desprende un marco sencillo para los estados que sancionan para continuar con el propósito de que las sanciones ejecuten su función esperada. Un estado debe

  • identificar objetivos para la imposición de dolor y definir los pasos mínimamente necesarios para remediarlos que el estado objetivo debe dar para que sean removidas;
  • comprender tanto como sea posible la naturaleza del objetivo, incluyendo sus vulnerabilidades, intereses, compromisos con lo que sea que provocó las sanciones, y su preparación para absorber el daño;
  • desarrollar una estrategia para que cuidadosa, metódica y eficientemente incrementarle el dolor en aquellas áreas donde hay vulnerabilidades mientras se evitan aquellas donde no las hay;
  • monitorear la ejecución de la estrategia y recalibrar continuamente los supuestos resolutivos del estado objetivo, la eficacia del dolor aplicado en destruir esa capacidad de resolución y cuál es la mejor manera de mejorar la estrategia;
  • presentar al estado objetivo con una declaración clara de condiciones necesarias para el retiro del dolor y una oferta para buscar cualquier negociación necesaria para concluir un arreglo que retire el dolor, mientras que se satisfagan los requisitos de los estados sancionadores; y
  • aceptar la posibilidad de que, a pesar de una estrategia cuidadosamente diseñada, el estado sancionador pudiera fracasar debido a ineficiencias inherentes a la estrategia, alguna confusión sobre el objetivo, o un impulso exógeno en la capacidad de resolver del objetivo. De cualquier forma, un estado debe estar preparado para reconocer su fracaso y cambiar su dirección.

Nephew detalló cómo, mientras las negociaciones del JCPOA se pusieron en marcha en 2012, condujo el proceso para reducir los ingresos petroleros de Irán y hacer que su economía pase hambre.

Luego de que la administración Obama exitosamente presionó por una reducción de exportaciones petroleras al mayor y otras medidas coercitivas unilaterales, la economía de Irán pasó de un período de crecimiento a una contracción abrumadora, mientras se derrumbaba el valor de su moneda.

Nephew declaró que el ataque económico que diseñó de haber sido un “éxito tremendo”:

El resultado fue, de acuerdo a casi todas las medidas, un éxito tremendo. La economía de Irán pasó de un crecimiento del 3 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) a una contracción del 6.6 entre 2011 y 2012. El desempleo y la inflación permanecieron en los dos dígitos. En 2012, la moneda iraní se depreció el triple en un asunto de semanas, derivando en la hemorragia de las reservas de dinero en efectivo.

Nephew también se felicitó a sí mismo por triplicar el precio del pollo “durante períodos festivos de importancia en Irán”, de este modo “contribuyendo a más frustración popular con una sola carambola en vez de años de restricciones financieras”.

A continuación, se jactó de más sanciones apuntando a los civiles para evitar que los iraníes obtuvieran la asistencia que necesitaban para reparar sus automóviles. “Los trabajos fabriles de Irán y el ingreso por exportaciones fueron objetivos de esta sanción”, escribió.

No obstante, habían algunos bienes que Nephew quería que Irán pudiera importar. Con la esperanza de fomentar descontento social, dijo que Washington “expandió la habilidad de compañías estadounidenses y extranjeras de vender a los iraníes tecnologías empleadas para las comunicaciones personales” para que de este modo “sepan más sobre los graves aprietos de la economía de su país…”.

Nuestra campaña de sanciones trajo efectos colaterales inesperados que contribuyeron a nuestro esfuerzo por incrementar la sensación de presión y ansiedad en la economía iraní. Algunos de estos efectos son pocos conocidos, y no fueron planeados. Pero pudieron haber sido cruciales en el viraje del cálculo del gobierno y el sentimiento popular. Tomemos, por ejemplo, el aumento del precio del pollo en 2012. Estados Unidos no había puesto en práctica sanciones diseñadas contra la capacidad iraní de importar pollos.

El aumento del precio pudo haber contribuido a una mayor frustración popular por una carambola que años potenciales de restricciones financieras no hubieran logrado. Este fue particularmente el asunto porque los tiempos de interferencia de las sanciones respecto al suministro de pollo llegó a coincidir con un día festivo de importancia en Irán en los que la carne de aves de corral es un componente importante (para los lectores estadounidenses, imagínense que se triplique el precio del pavo a mediados de noviembre [por el día de Acción de Gracias]). Esto socavó la sensación de normalidad que los líderes iraníes pretendían mantener.

Estados Unidos dio un paso más allá con la aproximación de sanciones quirúrgicas en junio de 2013 con una serie cuidadosamente estructurada sobre el sector automotriz del país, negándole a Irán la capacidad para importar asistencia en la fabricación pero no así con repuestos para automóviles existentes o vehículos completos propiamente.

Mientras tanto, Estados Unidos expandió la capacidad para que sus compañías, y otras extranjeras, de venderle tecnología a los iraníes empleada para las comunicaciones personales, ayudando a asegurar que el público tuviera la habilidad de aprender más sobre el estado de aprieto de su economía y para comunicarse entre ellos, incluyendo un permiso general emitido a finales de mayo.

Durante una discusión en un panel sobre su libro en el Centro de Políticas Energéticas en la Universidad de Columbia el 6 de diciembre de 2017, Nephew detalló con una sonrisa aterradora cómo no sólo había saboteado la industria automotora de Irán, sino que atacó “cosas como el desempleo, para tratar de hacer que aumentara y lograr que las cosas sean un poco más complicadas”.

En respuesta a las críticas online, Nephew alegó que “el principal objetivo” del régimen de sanciones que había diseñado eran “los oligarcas”. Pero su libro dice algo muy distinto.

Nephew recuerda con cariño cómo estructuró las sanciones para sabotear las reformas económicas iraníes que pudieron haber mejorado el poder adquisitivo del ciudadano promedio. La administración Obama destruyó las expectativas de la mayoría de clase obrera de Irán mientras que se aseguraba de que “sólo las personas adineradas o aquellos en posiciones de poder pudieran sacarle ventajas a la conectividad continua de Irán”, escribió. Mientras que “emergían noticias de la desigualdad de ingresos y la inflación”, de este modo Nephew declaró otro éxito.

Tal como lo dejó claro, la desigualdad en ascenso “fue una decisión” que Washington “tomó sobre la base de ayudar a aumentar la presión sobre la economía iraní desde fuentes internas”. Nephew llegó a asumir el crédito por las protestas de octubre de 2012 que trajo la devaluación de la moneda.

Con la población de Irán técnicamente en capacidad de comprar tales bienes y las importaciones todavía entrando al país, pero con la tasa de cambio privando a la mayoría de la gente del beneficio práctico de estar en capacidad de comprarlos, sólo las personas adineradas o aquellos en posiciones de poder podían sacarle ventajas a la conectividad continua de Irán. Con el dinero en efectivo saliendo del país mientras que ingresaban lujos, comenzaron a aparecer las noticias sobre la intensificación de la desigualdad y la inflación. Esto fue una decisión tomada sobre la base de ayudar a aumentar la presión sobre el gobierno iraní a partir de fuentes internas. La crisis de efectivo de octubre de 2012 ayudó a cristalizar este punto, con los manifestantes iraníes saliendo a la calle frustrados por los ingresos exiguos del salario neto. Estados Unidos y sus socios usaron este conocimiento de la historia de la revolución iraní y el miedo producto de la discordia económica como una vía deliberada de separar al régimen de la población, haciendo que la otrora venta fácil de la dignidad de su programa nuclear fuera mucho más costosa.

En un reconocimiento francamente sorprendente, Nephew en algún punto admite que a pesar de proveerle a Irán supuestas excepciones humanitarias a las sanciones, la guerra económica que ayudó a diseñar causó una escasez catastrófica de medicinas e instrumentos médicos, en gran medida porque los iraníes de a pie no podían costearlos.

Pero en materia de sanciones, las consecuencias inesperadas que se citan con mayor frecuencia son las de sufrimiento humanitario. Como se describió en el capítulo 2, ‘Irak en los 90’ se ha convertido en el emblema del concepto de sanciones que imponen consecuencias humanitarias excesivas, con cientos de miles de iraquíes llevando la carga de la privación económica forzada como resultado de las sanciones y la política de Irak en respuesta a ellas. Incluso regímenes de sanciones con cláusulas humanitarias pueden contribuir a los problemas de este tipo debido a los efectos más amplios de las medidas seleccionadas. En Irán, por ejemplo, hubieron informes durante 2012 y 2013 señalando que las medicinas y los instrumentos médicos no estaban disponibles, no porque su comercio estuviera prohibido sino más bien porque le costaban demasiado a los iraníes promedio debido a la escasez y la depreciación de su moneda. Estados Unidos y sus socios, mediante las sanciones, contribuyeron directamente a la depreciación del rial iraní y, en consecuencia, jugaron un papel -incluso de forma no intencional- en la creación de este problema.

A pesar de reconocer la pesada carga de sufrimiento humano que trajeron las sanciones que concibió personalmente, sugiriendo que pudieron haber impulsado una cifra alta de excesos de muertes, parece que Nephew no tener remordimiento alguno.

Durante un viaje a Moscú en diciembre de 2016, se quejaba de que a pesar de las sanciones que Estados Unidos impuso sobre Rusia, la comida era algo ampliamente disponible en restaurantes locales, “difícilmente un nivel de dolor” necesario para arrodillar al Kremlin.

Llamó a “desarrollar una estrategia para aumentar cuidadosa, metódica y eficientemente el dolor en aquellas áreas [de la economía rusa] que son vulnerabilidades y evitar aquellas donde no lo son”.

A modo de anécdota, el único cambio que pude experimentar en un viaje a Moscú en diciembre de 2016 fue que el queso parmesano de calidad ya no estaba disponible en restaurantes, difícilmente un nivel de dolor que inspire el deseo de librarse del régimen de sanciones mediante negociaciones. De forma sistemática, Rusia está todavía bajo presión. Pero es mucho más difícil de traducir ese sentido de presión económica en un cambio en la política ante la ausencia de formas de ilustrar de manera más tangible el dolor. Obviamente, esto debería ser revertido, con consideraciones para la designación de sanciones adicionales yendo de la mano con la imposición de castigos más severos para la economía rusa mientras se prolongue la crisis por más tiempo.

Así que, ¿quién es Richard Nephew? ¿Medra en el mundo de sombras de las intrigas de inteligencia y las guerras de espionaje, manteniendo un perfil bajo mientras aguarda para atacar al enemigo? ¿O será un escupe-fuego, línea dura, bramando amenazas contra los adversarios de los Estados Unidos en los páneles de los think tanks del Washington Oficial? La realidad es mucho más banal.

Cuando no se encuentra arrebatándole el pollo a niños iraníes durante los días festivos de invierno, Nephew pasa tiempo de calidad con los suyos, entreteniéndolos con su andrajosa camiseta de papá roquero y luciendo brazos adornados con tatuajes tribales.

(En el tuit:
“Boom!
Reacción inmediata
Esposa: ‘Dios mío’
Hijo: ‘¡Pareces un pirata!’
Hija 1: ‘¿Qué tan vieja es esa camiseta?’)
Respondí. ‘Ah, tiene sentido’
Hija 2: suavemente, ‘dios mío’”)

En una administración repleta de personajes étnicamente diversos y amantes de la diversión que reúnen dinero extra como guitarrista de rock, decoran las paredes de su casa con arte haitiano, cabecean con temas de Tupac Shakur, e incluso disfrutan de la calada ocasional a un porro, todo mientras mantienen el engranaje de un imperio ferozmente violento chirriando, el tatuado artista de las sanciones parece cuadrar a la perfección.

Mientras tanto, en Irán, donde uno de los principales diarios retrató a Nephew como el Keanu Reeves de la película de terror El abogado del diablo, su ascenso a su rol como diplomático “senior” es visto como una señal de más dolor por venir.